En el caminito de la infancia espiritual, tal como lo vivió la santa de Lisieux, apenas hubo manifestación alguna de estos fenómenos extraordinarios. Todo fue sencillo y normal, hasta el punto de que su heroica santidad pasó casi del todo desapercibida para las mismas religiosas que convivieron con ella. El Espíritu Santo es muy libre de conceder alguno de estos favores a un alma que ande por el camino de la infancia espiritual; pero no es necesario para vivirlo en toda su plenitud y alcanzar por él la cumbre de la perfección cristiana.
fuente: Infancia espiritual del cristiano