Limosna
Durante los paseos que daba con papá, le gustaba mandarme a llevar la limosna a los pobres con que nos encontrábamos.Un día, vimos a uno que se arrastraba penosamente sobre sus muletas. Me acerqué a él para darle una moneda; pero no sintiéndose tan pobre como para recibir una limosna, me miró sonriendo tristemente y rehusó tomar lo que le ofrecía. No puedo decir lo que sentí en mi corazón.Yo quería consolarle, aliviarle, y en vez de eso, pensé, le había hecho sufrir.
El pobre enfermo, sin duda, adivinó mi pensamiento, pues lo vi volverse y sonreírme.
Papá acababa de comprarme un pastel y me entraron muchas ganas de dárselo, pero no me atreví.Sin embargo, quería darle algo que no me pudiera rechazar, pues sentía por él un afecto muy grande.Entonces recordé haber oído decir que el día de la primera comunión se alcanzaba todo lo que se pedía.Aquel pensamiento me consoló, y aunque todavía no tenía más que seis años me dije para mí:
«El día de mi primera comunión rezaré por mi pobre».
Cinco años más tarde cumplí mi promesa, y espero que Dios habrá escuchado la oración que él mismo me había inspirado que le dirigiera por uno de sus miembros dolientes...
Bendiciones Sarita, es precisamente ese caminito el que me gustaría comenzar a recorrer. Nunca es tarde. Quisiera estar consciente en el momento de hacer el bien para hacerlo con más amor, a eso me refiero. Es pensar en Dios en el momento de hacer el bien para hacerlo con amor centuplicado. Amando al hermano con el que me encuentro y al mismo tiempo a Dios que es Amor. Bendiciones,
ResponderEliminarCarmen