Teresa captó el espíritu de la Iglesia, aprendió a vivir sus fiestas y convertirse en un miembro activo de su Cuerpo, ella podía atribuir estos avances en gran medida a la práctica piadosa que prevaleció en su casa, de celebrar el día con lecturas de un libro instructivo conocido como el Año Litúrgico. Sentada en las rodillas de su padre, ella bebía en cada sílaba que cayó de los labios del lector, que solía ser su hermana mayor, Marie.
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