Para Teresa, la infancia era una tierra de juguetes, una tierra de hadas, un campo de juego, como lo es para todo joven normal y corriente. El visitante de hoy en Lisieux puede ver los objetos que fueron muy utilizados por la pequeña flor en ese sagrado y sencillo a través de su niñez temprana. Su tablero de ajedrez, su conjunto de platos en miniatura, su pequeña muñeca de la cama éstos y otros son cuidadosamente preservados detrás de una gran ventana de vidrio en el relicario del convento, donde mantuvo su sencillez y su inocencia a la respiración de su morir.
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