«Me esforzaba -dice Teresa- en sonreír ante el sufrimiento, para que el Señor, al ver la expresión de mi rostro, no sospechara mi sufrimiento». Expresión llena de ingenuidad, si se quiere, pero reveladora de una altísima sabiduría. ¡Es un alma que ha sabido comprender a Dios! Ahí está todo.
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