La actitud de infancia, según enseña Santa Teresita, es un abandono confiado en los brazos del Padre. "Un día, -recuerda su hermana Celina-, entré en la celda de nuestra querida hermanita, y quedé sobrecogida ante su expresión de gran recogimiento. Cosía con gran actividad y, sin embargo, parecía perdida en una contemplación profunda: '¿En qué pensáis?, le pregunté. Medito el Pater, me respondió. ¡Es tan dulce llamar a Dios Padre nuestro! ...'. Y las lágrimas brillaron en sus ojos"[6].
Sus lágrimas expresaban la particular conmoción interna de una persona unida a Dios con lazos íntimos. "Amó a Dios -escribe luego Celina- como un niño querido ama a su padre, con demostraciones de ternura increíbles. Durante su enfermedad llegó a no hablar más que de él, tomó una palabra por otra, y le llamó: 'Papaíto'. Nos echamos a reír, pero ella replicó toda emocionada: ¡Oh, sí, él es en verdad mi Papaíto!"[7].
Sus lágrimas expresaban la particular conmoción interna de una persona unida a Dios con lazos íntimos. "Amó a Dios -escribe luego Celina- como un niño querido ama a su padre, con demostraciones de ternura increíbles. Durante su enfermedad llegó a no hablar más que de él, tomó una palabra por otra, y le llamó: 'Papaíto'. Nos echamos a reír, pero ella replicó toda emocionada: ¡Oh, sí, él es en verdad mi Papaíto!"[7].
Feliz fin de semana en el Señor.
ResponderEliminarAmén hermano. Bendiciones muchas.
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